Orden fálico. Juan Vicente Aliaga

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Orden fálico -  Juan Vicente Aliaga


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absoluta hacia un sentido puramente decorativo”. Se refieren al academicismo pero es aplicable también a la elite de Bloomsbury (Virginia Wolf, por ejemplo) que, en cuestiones de sexualidad era harto atrevida y de mente abierta, mucho más sin duda que los tiesos vorticistas. En el punto de mira, entonces, de Marinetti estaba también Oscar Wilde, cuyo calvario ante los tribunales y el padecido en la cárcel de Reading eran historia reciente.

      Marinetti durante un duelo, 1924.

      En esta historia de miedos y temores por parte de los sectores retrógrados y paradójicamente también en los de la vanguardia (por otras razones), a la hora de acometer el tratamiento del cuerpo desnudo del varón, viene también a las mientes Stanley Spencer, un artista de acendrada religiosidad, que pintó años después Double Nude Portrait. The Artist and his second Wife, 1937. El título desvela la identidad de los retratados pero no el sentimiento que rezuman y la posible significación. Lejos de glorificar el sexo o de enaltecer la virilidad estamos ante un cuadro en que parece descubrirse que la pareja representada no ha consumado el matrimonio. La enigmática pierna de cordero junto a la pareja funciona como un tropo: alude a lo no hecho, a la coyunda no materializada, a lo que está pendiente de comer, metafóricamente hablando.

      Parece que me haya desviado del nudo de mi exposición sobre el vorticismo: no es así. Las obras de D. H. Lawrence y de Spencer, alejadas de los patrones de la ortodoxia vanguardista, son expresión de dos síntomas: del deseo de contravenir el puritanismo también presente en los sectores autocalificados de modernos y avanzados, y por otro, del desencuentro entre hombres y mujeres tras la Primera Guerra Mundial, que inicia la crisis de la masculinidad tradicional. Dicho esto, retorno al núcleo argumentativo sobre el vorticismo.

      Los vorticistas querían controlar la energía en lugar de dilapidarla como habían propuesto los futuristas. El vórtice era el modelo de energía y éste se hallaba en el centro del movimiento como un remolino. Una energía calmada que se traducía en el plano pictórico en la creación de formas puntiagudas, de cuerpos robotizados, casi siempre masculinos, en líneas y ángulos cortantes, para revelar las supuestamente formas eternas que subyacen bajo la estructura de la vida.

      Uno de los ejemplos más clamorosos de esta estética, al decir del propio Lewis, lo constituye la obra de Jacob Epstein, The Rock Drill.

      Jacob Epstein, Rock Drill (Taladro de roca), 1913.

      Dicho esto, cuando se analiza la obra escultórica de Epstein conviene señalar la diferencia de tratamiento estético del periodo prebélico en comparación con las obras surgidas en tiempos de guerra marcadas por una poética triste, casi elegiaca.

      Muy distinto es el segundo y último número de Blast, que se publicó en 1915, dedicado a la guerra. Lucía en la cubierta formas verticales que evocaban armas y cañones y unos soldados en primer plano. Además contenía en el apartado titulado «Constantinopla nuestra estrella», deseos y exabruptos misóginos como los siguientes: «Si a las mujeres inglesas se les pudiese extraer los


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