La alimentación de los antiguos mexicanos en la Historia natural de la Nueva España. Hernández Francisco

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La alimentación de los antiguos mexicanos en la Historia natural de la Nueva España - Hernández Francisco


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que se hecha en los hoyos antes dichos, donde por la acción del sol se condensa la sal”.

      Hernández documenta que se utilizaba para ablandar las mazorcas del maíz, “mezclado al agua en que se cuecen”; considera que así “mejora su sabor notablemente”. Las médicas indias también aplicaban el tequíxquitl para erradicar los piojos del cabello y para curar “completamente la alopecia”.

      Si analizamos la información que aquí hemos ido desgranando, se hace evidente que la cocina indígena previa a la Colonia, contaba con todos los elementos para hacerla completa y variada. Es notable la presencia de maíz, chile, frijol, calabaza, quelites, hongos y aguacate; de condimentos como el epazote, el achiote, la pimienta de Tabasco, la hoja santa o las cebollitas llamadas xonácatl, así como de la blanca sal marina, del tequesquite como levadura, de la miel de maguey y de las delicadas mieles de abeja yucatecas.

      No faltaban las frutas ácidas: capolin, texócotl (tejocote), teuxócotl o ciruelo divino, xalxócotl o guayaba, ni una amplia variedad de frutas dulces como la papaya o el xicotzápotl (chicozapote) que toma el nombre del los jicotillos que debieron de disfrutar su miel. Esto sin dejar a un lado las importantes fuentes de proteína animal que obtenían, como hemos visto, de peces, insectos, aves, animales de monte, entre otros. También había postres; en Tlalteloco se vendían, además de calabaza y camote en miel, las que hoy llamamos alegrías de amaranto. Hernández afirma, al referirse al chianpitzáhoac, que con sus semillas “preparan [los indios] ciertas confituras blancas que suelen confeccionarse con almendras, cuando las hay en abundancia, y azúcar o miel”. Puede decirse que una investigación similar a la que hizo Francisco Hernández llevada a cabo en los mismos lugares que visitó, sería tan o más extensa a pesar de las pérdidas culturales y naturales de los últimos tiempos. Esto por no hablar del resto del país. Es indudable, como hemos podido constatar, la importante continuidad de nuestras culturas.

      Cristina Barros Marco Buenrostro


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