La alimentación de los antiguos mexicanos en la Historia natural de la Nueva España. Hernández Francisco
Читать онлайн книгу.inverso al que se utiliza en español: piedra-fruto ácido. Las calabazas forman el género ayotl. Por sus cualidades son tzilacáyotl, calabaza que suena; tamaláyotl, calabaza como tamal o redonda; cháyotl es una calabaza o ayotl con espinas (tzaptli es espina). Este último es un caso como otros muchos en que hay coincidencia con la clasificación occidental, pues el chayote es de la familia de las cucurbitáceas.
El caso del maíz es interesante. Se le puede llamar tonacáyotl, mantenimiento, y también nuestra carne. El maíz en mazorcas ya secas es centli y desgranado es tlaolli. Según su color hay iztactlaolli o maíz blanco; yauhtlaolli o maíz negro; coztictlaolli o maíz amarillo; xiuhtoctlaolli es maíz colorado; el jaspeado sería xochicentlaolli o maíz como flor. El nombre de una planta podía abarcar más de dos cualidades en una misma palabra: nopalxochicuezaltic significa flor de nopal semejante al fuego.
En el caso de los animales también hay géneros: michin para pez, cuetzpallin para reptiles como lagartos y lagartijas, tototl para ave o pájaro más o menos grande, canauhtli para pato, zolin, codorniz, o mázatl, venado. Los animales acuáticos suelen estar precedidos por el prefijo a de atl, agua (lo mismo ocurre con las plantas). Así atótotl es pájaro de agua; azolin, codorniz de agua; acuetzpalin, iguana de agua. Las clasificaciones occidentales han distinguido tres familias de peces que se encontraban en los diferentes lagos escalonados y respondían a sendas familias en la clasificación nahua; éstas son: Atherinidae para los iztacmichin, Cyprinidae para los xohuillin y Goodeidae para cuitlapétotl o para yacapitzáhuac.
Aunque no es fácil establecer todos los aspectos de esta clasificación por su complejidad y porque muchas de las referencias de la época de contacto quizá no fueron adecuadamente documentadas, ya que en las clasificaciones indias había sutilezas como palabras específicas de acuerdo con los estadios de crecimiento de las plantas y los animales, es evidente que había una nomenclatura que cumplía, como bien apunta Francisco del Paso y Troncoso, con ser “un sistema de nombres, con acepciones especiales, adoptado en algún ramo de las ciencias para el agrupamiento de las cosas”.10
También comprueba ampliamente que “los nombres botánicos de los indios se amoldan a otra condición que debe llenar cada uno de los términos de una nomenclatura, cual es la de dar idea clara y exacta de las cosas a que dicho término esté dedicado, especificando, cuando sea posible, una o más propiedades características de las mismas cosas”. 11
En suma podemos afirmar que la clasificación había alcanzado, sin duda, un notable desarrollo.
HISTORIA NATURAL DE LAS PLANTAS
Las más de 3 000 entradas referentes a las plantas conforman un conjunto muy importante para entender la medicina indígena y para aquilatar el relevante desarrollo que había alcanzado en estas tierras la medicina herbolaria. Los testimonios de los cronistas indican que las condiciones de salud de los habitantes de lo que llamarían Nueva España eran, en general, magníficas. Las razones eran dos y ambas descansaban en el profundo conocimiento que tenían de las plantas, nos referimos a la alimentación en la que estaban presentes verduras y frutas, así como un extraordinario cereal: el maíz; también al tratamiento de las enfermedades en el que se utilizaban raíces, cortezas, tallos, hojas y flores de las más diversas especies vegetales.
Son muchas las evidencias del desarrollo que habían alcanzado los indios en materia de ciencias naturales. Además del testimonio que representa la obra del propio Hernández, es necesario referirse por ejemplo a la existencia de los jardines botánicos. Quedan referencias de al menos cuatro. El que debió de establecerse primero, fue el que organizó Nezahualcóyotl en Texcoco. Escribe Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, su descendiente directo, que además de los jardines que tenía el rey, los Hueitecpan, y de los que tenía su padre y su abuelo, él hizo otro “tan famoso y celebrado de las historias”.
Debió de ser prodigioso Tetzcontzinco, pues aunque apenas quedan rastros de tal belleza, todavía hablan de aquellos sitios y nos envuelve un especial ambiente. En la época de su creación se hallaban reunidas ahí “diversidad de flores y árboles de todas suertes, peregrinos y traídos de partes remotas...” Para llevar agua hasta las fuentes, pilas, baños y caños que se utilizaban para regar las flores y arboledas se requirió una compleja infraestructura hidráulica. Aquel bosque, insiste Ixtlilxóchitl, “estaba plantado de diversidad de árboles y flores odoríferas; y en ellos diversidad de aves...” 12
Francisco Hernández hubo de conformarse con dedicar varios días para recuperar de las pinturas murales del palacio principal, las muchas plantas que ahí quedaron plasmadas como testimonio del conocimiento y amor que tenía Nezahualcóyotl por la naturaleza.
Hubo también importantes jardines en Anáhuac, como el que se localizaba cerca de las casas de Moctezuma, el de Iztapalapa formado por su hermano Cuitláhuac y el de Chapultepec que es el único en la ciudad que conserva en parte su vocación original. Debieron de existir otros lugares de aclimatación de plantas.
Escuchemos la voz de Bernal Díaz refiriéndose a los jardines y huertos de Iztapalapa:
Después de bien visto todo aquello, fuimos a la huerta, y jardín, que fue cosa muy admirable vello, y pasallo, que no me hartaba de mirarlo, y de ver la diversidad de árboles, de los olores que cada uno tenía, y andenes llenos de rosas, y flores, y muchos frutales, y rosales de la tierra, y todo muy encalado, y lucido de muchas maneras de piedras, y pinturas en ellas, que había harto que ponderar, y de las aves de muchas raleas, y diversidades que entraban en el estanque. Digo otra vez, que lo estuve mirando, y no creí, que en el mundo hubiese otras tierras descubiertas como estas, porque en aquel tiempo no había Perú, ni memoria de él. 13
La creación de estos jardines, que además de un fin ornamental tenían como objeto reunir plantas provenientes de los más lejanos lugares para su estudio, se adelanta con mucho a los países europeos. Si bien había antecedentes importantes respecto del conocimiento de la historia, como lo evidencian los trabajos de Plinio, comentados por cierto en un tomo completo por el propio Francisco Hernández, esta tradición se interrumpió en parte, de tal manera que en el momento de la Conquista no había en Europa un equivalente a los jardines botánicos mexicanos. El conde Gian Rinaldo Carli (1720-1795) sostiene en sus Cartas Americanas que el jardín botánico que se fundó en Padua a partir de un decreto de 1543, así como otros jardines europeos, pudieron tener como modelos los jardines establecidos por los antiguos mexicanos. 14
El lugar de aclimatación de plantas por excelencia fue Oaxtepec. Ahí encontró Francisco Hernández motivos para ampliar su investigación. La Crónica mexicana de Hernando Alvarado Tezozomoc nos permite acercarnos a la manera en que fue llegando a este lugar toda clase de plantas tropicales. Ahí narra que después de una de las más graves sequías que ocurrieron en la etapa previa a la Conquista, Moctezuma Ilhuicamina envió a Cuetlaxtlán (ubicado en Veracruz) mensajeros para que llevaran “con raíces para transplantar en Huaxtepec” “árboles de cacao y de hueynacaxtli [...] y las rosas y árboles de yoloxóchitl...” También trajeron “Izquixuchitl, Cacahuexóchitl, Huacalxuchil, Tlixuchitl y Mexochitl”. Éstas son algunas de las flores a las que se refiere Francisco Hernández en su “Historia natural de las plantas ”.
Junto con las plantas, llegaron los indios de aquella región para sembrarlas con tanto éxito, que si en tierra caliente se daban en siete años cumplidos, en Oaxtepec se dieron en dos o tres años, por lo que “se admiraron los propios de la costa”. 15 Esto permite aquilatar la fertilidad de las tierras del actual