Contratos de comercio internacional. Aníbal Sierralta

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Contratos de comercio internacional - Aníbal Sierralta


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Latina debía especializarse en productos que tuvieran una tecnología básica y una mayor intensidad de trabajo, en tanto que los países industrializados debían abrir sus mercados para beneficio mutuo. Ahora se ha remozado la teoría según las líneas generales de la moderna teoría de las ventajas competitivas y los últimos estudios de la Misión Porter en Colombia y el Perú, sobre la base de los cuales se señala que estos países deben dedicarse a la producción agroindustrial y textil, y seguir en el campo de la minería, la pesquería y, adicionalmente, el desarrollo turístico, con lo que vemos que este planteamiento no es tan reciente. Sin embargo, cuando introducimos en la explicación elementos como la inmovilidad de los recursos, la incertidumbre, la presencia de las marcas y nombres en la estrategia internacional, las políticas óptimas son menos perceptibles; si a ello añadimos elementos políticos, veremos que estamos lejos de considerar que la teoría neoclásica sea la más conveniente para estructurar el desarrollo del comercio exterior latinoamericano.

      La diversificación de las exportaciones es un medio para fortalecer esa industria básica y también para evitar la volubilidad de los mercados internacionales. De esa manera, el comercio exterior de los países latinoamericanos está impulsado por su industria y permite cierta independencia económica y cultural de estas naciones.

      El comercio exterior posibilita que la población pueda disponer de más bienes de los que con su propia técnica y recursos podría generar. La esencia del comercio exterior «[…] nos lleva a una curva de transformación que nos proporciona más bienes que la curva nacional de transformación» (Samuelson, 1965, p. 729).

      Un país proporciona a otro, y viceversa, una cantidad de bienes y servicios mayor que aquella que naturalmente podría producir.

      Si no se desarrollara el comercio exterior o si este no existiera, cada país tendría que ser una autarquía. El comercio estimula la demanda porque lleva nuevas mercancías a la comunidad y, al hacerlo, estimula el deseo de trabajar más. También trae consigo nuevas ideas, nuevos hábitos de consumo, nuevas técnicas y nuevos conceptos de las relaciones sociales. Estimula la especialización, puesto que la división del trabajo para atender a un mercado ampliado exigirá una particularización en la industria para reducir costos (Lewis, 1964, pp. 55 y 75).

      Para establecer en términos cuantitativos la importancia que tiene el sector externo en cada una de nuestras economías nacionales, debemos apreciar dos indicadores: la relación del producto interno bruto (PIB) con las exportaciones totales y la relación exportaciones-deuda externa.

      En el caso de los coeficientes de las exportaciones, se los ha de observar teniendo en cuenta los porcentajes del PIB. Este es, en términos sencillos, el valor total, a precios de mercado, del flujo de bienes y servicios disponibles durante un año, destinados al consumo del país.

      La formación del PIB no solo resulta de la interacción de la demanda de bienes y servicios del mercado interno; sino, además, del mercado externo.

      Para valuar la importancia del sector externo, tenemos que apreciar la variación del PIB por habitante. Hay que observar, previamente, el volumen físico de las exportaciones e importaciones y el precio relativo o real, es decir, el que resulta de la deflación de su valor (devaluación) por el índice de precios del valor agregado internamente en la economía del país (usualmente el dólar), según un año determinado. En el gráfico 2, se puede apreciar que este índice creció en casi todos los países latinoamericanos desde el 2000.

      América Latina vio crecer su PIB en 3,6% en 1993, mientras que las exportaciones ascendieron a 7,9%, teniendo un valor unitario de 0,7%; en tanto que las importaciones fueron de 9,7%, con un valor unitario de 0,9%, de lo que se puede deducir que las importaciones, a causa de la apertura económica, superaron en 2% a las exportaciones. Lo mismo ocurrió en los años 2007, 2008 y 2010 en que el PIB fue de 4,4%, 2,6% y 5,0% respectivamente. Las exportaciones crecieron, en el 2010 y 2011, al 27%; en tanto que las importaciones, en el mismo periodo, pasaron del 30% al 23%. El resultado del comportamiento de las exportaciones se tradujo en un alza del PIB, para América Latina, en un nivel promedio por habitante de 3,5% (ver gráfico 4).

      El segundo indicador es la relación de las exportaciones con la deuda externa. Esta relación se logra comparando la cantidad desembolsada por pago de la deuda externa y la cantidad recibida por exportaciones. Así, podemos apreciar que una de las fuertes presiones que tiene América Latina es el servicio de la deuda externa, que solo es posible mediante el incremento de sus ingresos por vía de exportaciones; de tal manera que, en tanto estas se incrementan, habrá más posibilidades de superar la crítica situación de la deuda, que parece inacabable. Durante el mejor desempeño de las exportaciones latinoamericanas, en el período de 1982 a 1988, se desembolsó más a la banca acreedora; luego, con la apertura de los mercados, curiosamente disminuyeron las exportaciones y, como consecuencia, el pago de la deuda externa.

      Por otro lado, se puede observar que América Latina viene efectuando pagos por servicios de la deuda externa que, en algunos países, alcanza proporciones escandalosas, como es el caso de Nicaragua que, en el año 1993, después de una cruenta lucha interna y en camino a la democracia, tuvo que pagar por dicho concepto casi 30 veces más (2,992%) que el valor de sus exportaciones, siendo el promedio general de los demás países un 300%, es decir, tres veces más que el total de sus exportaciones. Sin embargo, se puede observar un significativo esfuerzo de las exportaciones, que en algunos países han logrado crecer a un mayor ritmo que la agobiante deuda externa (ver gráfico 3).

      La importancia del sector externo para los países de América Latina creció de manera sorprendente durante todo el decenio del setenta, pasando de 26% del PIB a comienzos de ese período hasta llegar a 59% en 1980. Sin embargo, a partir de 1985, tan espectacular crecimiento se desaceleró a menos del 50% para caer abruptamente, desde 1990, durante cinco años seguidos, en que llega solo al 10%, para derrumbarse en 2009, año en el que llegó a cifras negativas. Sin embargo, a partir del año siguiente, empezó a recuperarse significativamente (ver gráfico 4).

      Otra de las formas de apreciar la importancia del comercio exterior es responder a la pregunta: ¿qué problemas resuelve la actividad comercial internacional y cuáles son sus obstáculos? Veamos, en primer lugar, las dificultades que afectan las economías de América Latina:

       La disminución de la inversión extranjera directa. Aunque esta ha empezado a crecer merced a los mecanismos de protección y solución de controversias y la estabilidad política de muchos países.

       El incremento de las tasas de interés y en consecuencia de los pagos que debe efectuar América Latina por concepto de la deuda externa.

       El deterioro de los términos de intercambio, es decir, la caída de los precios de las materias primas —cobre, azúcar, café, algodón, cacao, zinc, plomo, estaño— y el alza de los bienes y equipos que deben adquirir, a los cuales hay que añadir las nuevas tecnologías y los servicios —telefonía, cable, servicios financieros—. Sin embargo, desde el inicio del actual siglo XXI, esta no ha sido una dificultad; ya que el precio de las materias primas ha crecido significativamente —aunque no por acción de los países latinoamericanos—, lo que ha sostenido sus economías internas.

       Los altos niveles de pobreza de muchos países latinoamericanos que reducen la capacidad de compra en su mercado interno; lo cual afecta a las empresas locales que no tienen un primer escalón de venta de sus mercaderías.

      Respecto a la inversión extranjera directa, es evidente la ampliación de la cartera de inversión latinoamericana debido a la presión de los organismos financieros internacionales y la permisibilidad de muchos países latinoamericanos mediante el incentivo de la inversión extranjera directa por medio de un rápido proceso de privatización, contratos de estabilidad tributaria, libre repatriación de dividendos y de reglas de protección en los países anfitriones a través de acuerdos internacionales como


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