Contratos de comercio internacional. Aníbal Sierralta

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Contratos de comercio internacional - Aníbal Sierralta


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      De esta manera, el esfuerzo y el sacrificio que hacía anteriormente el Estado a favor de sus empresas nacionales, durante el período naciente de su industrialización en el lapso del cincuenta al setenta, han sido volcados a favor de la inversión extranjera directa (IED).

      Sin embargo, las dificultades de América Latina pueden también ser aliviadas con una real y eficiente política de promoción de exportaciones no tradicionales que posibilite, a través del crecimiento del sector exportador, el ingreso de divisas para suplir la falta de inversión y para satisfacer, en parte, las obligaciones de la deuda externa; asimismo, que permita, a través de la búsqueda y el desarrollo de nuevos mercados, disminuir la dependencia de un solo bloque comprador.

      Un adecuado esquema de exportaciones, como algunos países de América Latina ya han adoptado, permite incrementar divisas para el desarrollo y para las cargas financieras de la deuda externa; ofertar una canasta de productos manufacturados cuyos precios no dependan de los grandes centros de poder, sino que estén determinados por el mercado, disminuyendo así las oscilaciones de los precios de las materias primas; y contar con un buen esquema de promoción comercial y de marketing internacional que reoriente las exportaciones hacia nuevos mercados y consolide la presencia de productos latinoamericanos.

      El manejo de una política exportadora involucra una reglamentación eficiente de las importaciones de insumos para la industria exportadora, así como de otras políticas macroeconómicas; pero es indudable que, siendo la actividad comercial la más dinámica, es posible que los resultados se aprecien inmediatamente.

      Los países de América Latina —excepto Argentina, Brasil y México— tienen, generalmente, un mercado interno pequeño para productos manufacturados; eso significa que el progreso depende de la capacidad de hacer llegar a otros mercados sus productos no tradicionales. La competencia internacional exige a las empresas reducir costos, mejorar su calidad y cumplir los términos de sus contratos en lo que se refiere a plazos y condiciones técnicas. A su vez, esa relación facilita el flujo de capitales y la adquisición de nuevas tecnologías para satisfacer al consumidor internacional.

      Ese esfuerzo y esa actitud tendentes a obtener los beneficios que faciliten el comercio exterior se enfrentan no solo a la realidad de escasos recursos, altos costos por economía de escala, falta de educación y técnica adecuadas, que son limitantes endógenos; sino, además, al proteccionismo, que reduce las ganancias de los países de América Latina. Sin embargo, la mejor opción, como en el ajedrez, es el ataque, la penetración hacia nuevos mercados.

      Determinada la importancia del comercio exterior, su realización se puede ver dificultada, aun después de admitida por el Estado, los empresarios y las instituciones sociales intermedias, debido a dos grandes factores: uno exógeno, que es el creciente proteccionismo; y otro endógeno, que es la falta de correlato entre las políticas de comercio exterior y las decisiones macroeconómicas que adopta el gobierno.

      Existe el gran peligro de que los países industrializados eleven sus barreras comerciales de manera más discriminatoria, es decir, las de tipo legal o técnico. Este hecho perjudicaría la integridad de la OMC y restringiría las exportaciones latinoamericanas. Si ello ocurriera, puede producirse una explicable frustración, principalmente de aquellos países que ya recorrieron un buen trecho en el desarrollo de sus exportaciones no tradicionales y que pueden incluso reaccionar de la misma forma: con más proteccionismo. Su única salida viable, entonces, será diversificar mercados; pero esta solución no se puede hacer efectiva tan fácilmente si el 80% de las exportaciones de la región va a Estados Unidos de América y la Unión Europea, lo que hace depender las economías latinoamericanas de la expansión de dichos mercados. Asimismo, es preciso seguir participando de manera activa en las rondas de negociaciones multilaterales, con el fin de sensibilizar a los mayores compradores de las mercancías latinoamericanas y permitir un acceso mayor y más seguro, reduciendo la escalada de las tarifas aduaneras.

      El factor endógeno evidencia que las políticas comerciales de acción externa no siempre son coincidentes con las políticas macroeconómicas. Así, muchos intentos de incentivar el comercio externo no dieron resultados porque el marco macroeconómico, más que las políticas comerciales, no era bueno.

      Las acciones comerciales dependen principalmente de la balanza de pagos, que resulta de la política macroeconómica, así como del nivel o estabilidad de la tasa cambiaria.

      Por otro lado, usar la tasa cambiaria para estabilizar los precios internos es incoherente con una política comercial externa. En los países del cono sur, los flujos de capital valorizaron la tasa de cambio, lo que compensó los incentivos para el aumento de la producción de exportaciones. En ciertos casos, grandes acciones de capital son el resultado de la liberalización de los mercados financieros en los cuales la tasa de interés interno sube aceleradamente, lo que provoca una adopción maciza de préstamos del exterior (Banco Mundial, 1987, p. 9).

      La participación activa en el comercio exterior ha de exigir cuatro condiciones básicas: en primer lugar, la participación inteligente en las rondas de negociaciones comerciales multilaterales, con el fin de conseguir acuerdos más liberales; en segundo lugar, diseñar una política de promoción directa de las exportaciones no tradicionales para compensar la tendencia que adviene de las tarifas de importación con un manejo racional de la tasa de cambio y de los incentivos, contrariando, en ese último aspecto, las reglas de la OMC y pudiendo ser pasible de medidas compensatorias por parte de los países importadores; en tercer lugar, la educación y la capacitación técnica para la selección inteligente de tecnologías, el mejoramiento de la producción y la formación de operadores que puedan negociar con éxito un contrato de compraventa internacional, como la adquisición de nuevas tecnologías; y, finalmente, la diversificación de los mercados, pues la expansión de los principales compradores está disminuyendo, frustrando las tentativas de dinamizar las exportaciones hacia los mercados tradicionales.

      4. El desarrollo de las exportaciones

      El progreso económico de América Latina y, por qué no decirlo, también el social, están basados en el crecimiento de las exportaciones no tradicionales. Allí radica la razón por la cual los países establecen políticas y crean infraestructuras para que el sector empresarial pueda ingresar en los mercados externos.

      El interés por el tema es relativamente reciente y ocurrió después de una profunda crisis: el inicio de la caída de los precios de las materias primas a partir de los años cincuenta, que era el único ingreso externo sostenido de nuestras economías. Así surge, primero, el esquema de «sustitución de importaciones» de productos industrializados o doctrina cepalina —de la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL)— y, posteriormente, la promoción de exportaciones no tradicionales.

      4.1. La política de sustitución de importaciones

      Los saldos comerciales acumulados durante la Segunda Guerra Mundial permitieron a nuestros países encarar en forma seria y sostenida un proceso de industrialización que se inició a fines de los años cincuenta con la estrategia de «sustitución de importaciones», que dejó algunos elementos provechosos: una infraestructura industrial, tecnificación de mano de obra, formación de cuadros empresariales de industria manufacturera y algún grado de especialización, principalmente en las industrias textiles, de confecciones y agroindustrias. Pero luego de ese período inicial de crecimiento comenzaron a aparecer los síntomas de agotamiento, que se traducen en deficiencias en el proceso productivo y en un estancamiento de la actividad económica.

      Como se dijo anteriormente (ver ítem 2.1.4 en este mismo capítulo), los instrumentos básicos de este esquema son la protección general de la industria doméstica, una política cambiaria, beneficios impositivos y una política monetaria y crediticia expansiva.

      En general, se acepta que este esquema solo puede ser una vía exitosa para el crecimiento durante un período de 10 o 15 años, luego del cual surgen problemas como una tasa descendente de crecimiento del ingreso nacional; la perpetuación de distorsiones de precios en el mercado interno, lo que propicia una asignación ineficiente de recursos; la falta de especialización y sus correspondientes economías de escala; los permanentes cuellos de botella en la balanza de pagos;


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