¡Quiero ver sangre!. Rafael Aviña

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¡Quiero ver sangre! - Rafael Aviña


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a pesar del impacto de aquéllos, quedaba claro que el público y el espectador de los años cincuenta y sesenta necesitaban un verdadero ídolo popular en las pantallas, justo a la muerte de otros actores venerados por el pueblo, como Negrete o Infante y es entonces cuando surge la figura de Santo, el Enmascarado de Plata.

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      El héroe enfrentó por igual a marcianos y a inquisidores, a brujas quemadas en la hoguera, a mujeres vampiro y zombies. Drácula, La Momia y Frankenstein no escaparon a sus quebradoras, ni a sus patadas voladoras, en filmes que iban y venían entre la parodia o imitación de una suerte de James Bond del subdesarrollo y el cine fantástico más escapista. Sus cintas de acción no podían detenerse en ninguna lógica o coherencia narrativa; sin embargo el azar consiguió que Santo cruzara las fronteras y causara asombro en países como Francia, España o Beirut, donde se le reconocía como un fantástico superhéroe justiciero.

      El de 1958 es un año clave en la historia del género. Santo contra el cerebro del mal y Santo contra los hombres infernales, de Joselito Rodríguez, marcan el arranque de un mito y la creación de una leyenda afincada, como se ha dicho, en el ring, la historieta y la televisión. Con el inicio de los años sesenta el cine de luchadores llegó a la edad adulta a pesar de sus tramas infantiles, y El Santo protagonizó 24 de los filmes realizados en esa década, superando a todas luces el surgimiento de otros justicieros enmascarados, como el mismísimo y notable Blue Demon, el muy popular Mil Máscaras y el ridículo Superzán.

      La Momia Azteca y secuelas, La última lucha, la serie dedicada a Neutrón y la saga de La Sombra Vengadora y de Las luchadoras, al igual que títulos como: Santo contra los zombies, Santo contra el cerebro diabólico, la cinta de culto Santo contra las mujeres vampiro, Santo en el tesoro de Drácula (el vampiro y el sexo), y Santo contra la invasión de los marcianos, así como Blue Demon/El Demonio Azul y Mil Máscaras, son una muy entretenida muestra fehaciente del ingenio y el delirio de un género genuinamente mexicano en esa su primera etapa experimental en blanco y negro.

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      “¿Me puede confesar padre?” “Claro nomás deja me quito la máscara.”

      LEYENDAS ENMASCARADAS

      Los apasionamientos de la incógnita y su heroicidad catártica

      Raúl Criollo

      La máscara es fundación redentora, emblema de mitos de todo tipo. Perpetuación cultural de la herencia prehispánica, estandarte encarnado de la festividad carnavalesca, heroicidad del celuloide en las cruzadas a balazos campiranos de Los Cinco Halcones, El Zorro Vengador, El Látigo Negro... Tránsitos suculentos de la incógnita en narraciones como Las Calaveras del Terror o Rocambole, y claro, el bien que nos protege de los abismos malignos, esculpido en los cuadriláteros para forjar a los héroes del encordado, los que de la rana y las espaldas planas se harán detectives internacionales, agentes sin suplencia posible en la escena de las aventuras inclasificables del cine de luchadores.

      Los grandes héroes enmascarados de la pantalla no empezaron, como suponían los críticos de cine en Europa, en la máquina de un guionista del cine mexicano; surgieron en las arenas de lucha libre, todos con historias propias que hablan del barrio y la colonia popular, del esfuerzo del gimnasio y los pocos pesos para sobrevivir en el nacimiento de sus carreras. Cuando menos esto se aplica para los más importantes, es decir, para El Santo y Blue Demon. Pero a ellos deben sumarse varios secundarios y otros estelares que la evocación resguarda solamente en los resquicios memoriosos de ciertos cinéfilos. Cuando ya no bastaban las coplas rancheras y las serenatas tequileras con revólver en mano, el cine nacional descubrió la mina de oro del gran espectáculo popular de México: la lucha libre. Infortunios sin decodificar retrasaron el ingreso de El Santo al cine del ring, inaugurado oficialmente en 1952. El plateado se estrenó en la pantalla grande en 1958. Antes y después de él se consolidaron varios personajes de primera línea como Huracán Ramírez, Tinieblas y Mil Máscaras, y además se inmortalizaron creaciones inspiradoras como La Sombra Vengadora, El Vampiro y Neutrón.

      Rodolfo Guzmán Huerta, El Santo, debutó en 1943 a los 16 años en una arena pequeña, ganando una miseria y sin máscara. El personaje nació en una lucha campal cuando ya contaba con 25 años. El famoso mote de El Enmascarado de Plata se sumó a su nombre de batalla cuando José G. Cruz comenzó a editar el cómic fotonovela con el personaje, esto a pesar de que había sido usado previamente en la película del mismo nombre, El Enmascarado de Plata, de 1952, protagonizada por el Médico Asesino; un clásico cuyo guión fue coescrito por el propio Cruz y René Cardona.

      Originalmente El Santo luchó como Rudy Guzmán, después como El Hombre Rojo y luego como El Murciélago II. El primer nombre fue retomado por El Hijo del Santo en la cinta Santo, la leyenda del Enmascarado de Plata, donde se muestra reacio a usar el nombre de su padre, razón por la que inicia su carrera como El Hombre Rojo, aunque en la realidad el heredero de plata empezó su carrera con el de Korak, que tomó del hijo de Tarzán.

      El Santo ingresó al cine en 1958 con un par de cintas que fueron rodadas simultáneamente y que están entre lo menos recomendable de su filmografía: Santo vs los hombres infernales y Santo vs el cerebro del mal. A partir de ahí el éxito no lo abandonaría hasta alcanzar proporciones descomunales con la revista que se editó por casi tres décadas y una carrera en el cine que sumó 52 largometrajes. Considerando la continuación del personaje con El Hijo del Santo debemos sumar seis títulos más. El heredero de la leyenda es reconocido como un gran continuador del personaje, ya que ha sido capaz de explotar los nuevos terrenos del mercado, como las páginas de Internet y los dibujos animados. Técnicamente, se sabe, superó a su padre. Una afirmación fuera de dudas, con el reconocimiento del gremio luchístico.

      El Enmascarado de Plata reflejó en el celuloide su propia vida, con el éxito deportivo y el ascenso social. Atleta reconocido en las arenas, el plateado fue estrella de primera línea en el cine mexicano. De las caídas, que daban para poner algo en la mesa, El Santo saltó a los grandes contratos y los ne­gocios de bienes raíces. En el cine pasó de los estudios y los laboratorios promedio a los aeropuertos, los convertibles y los trajes finos. La paradoja viene con el descenso del género; entre mayores fueron los elementos decorativos y más grandes los equipos de luchadores (con más de una estrella encapuchada); menos fueron la categoría y el éxito taquillero. Quizá la única excepción haya sido Los Campeones Justicieros, aunque se cambiaran los protagonistas entre cada film. La alineación inicial incluía a tres grandes: Blue Demon, Mil Máscaras y Tinieblas.

      Blue Demon llegó a la ciudad de México procedente de Monterrey hacia 1948. Trabajó en los Ferrocarriles de Nuevo León hasta que lo atrajo el pancracio, y su maestro fue Rolando Vera. No usó otros nombres y siempre apareció enmasca­ra­do como luchador profesional. Como amateur fue popularmente conocido como El Tosco y ganó varios torneos, incluyendo un campeonato estatal. Su técnica depurada en la práctica de la lucha olímpica lo posicionó pronto como un gladiador de respeto.

      En la capital mexicana se hizo figura inmediata ya como Blue Demon, y solo o en pareja se acrecentó su rivalidad con El Santo, al que venció en dos caídas en una lucha de campeonato. En el cine compartieron muchas veces el crédito, siempre con todas las reservas y molestias mayores del azul, quien afirmaba que el plateado le boicoteaba las películas. El primer crédito fue siempre para El Enmascarado de Plata, y si bien Demon, lo superó en el ring, nunca pudo evadir la jetatura de El Santo sobre su imagen cinematográfica y su popularidad en las arenas. Curiosamente el plateado se presenta en una secuencia de El Poder Satánico (Chano Urueta, 1964), parte del díptico con que El Manotas (su apodo popular) debutaría en el celuloide (la otra cinta era Blue Demon. El Demonio Azul). El Santo se ponía a sus órdenes y le daba la bienvenida en la lucha contra el mal.

      Entre los personajes que sí fueron creados para el cine están La Sombra Vengadora, El Vampiro, El Fantasma Blanco, El Ángel,


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