Orden fálico. Juan Vicente Aliaga

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Orden fálico -  Juan Vicente Aliaga


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ruptura de la relación de complicidad que las víctimas de la dominación simbólica establecen con los dominantes a partir de la transformación radical de las condiciones sociales de producción de las disposiciones que llevan a los dominados a adoptar respecto de los dominantes y de ellos mismos el mismo punto de vista de los dominantes […][16].

      Parafraseando a Bourdieu se puede afirmar que las disposiciones y las formas de pensar y obrar (lo que Bourdieu denomina habitus) son inseparables de las estructuras (habitudines según Leibniz) que las producen y reproducen, tanto en los hombres como en las mujeres en la estructura del mercado de bienes simbólicos: de ahí que las mujeres en algunas sociedades son tratadas como objetos que circulan de abajo hacia arriba y que poseen un valor de intercambio. El sistema mítico-ritualizado ratifica el principio de inferioridad de la mujer y su exclusión del poder. Y este sistema perdura hoy en algunos países como Yemen, Arabia Saudí, Sudán, donde las mujeres son tratadas como mercancías.

      Bourdieu afirma que el mercado matrimonial (la transacción matrimonial) es el epicentro y el dispositivo central del terreno de los intercambios simbólicos, de las relaciones de producción y reproducción del capital simbólico. Todo esto se acentúa en sociedades como la kabila que estudió con pormenor Bourdieu. En otras sociedades, el mayor valor del niño varón sigue siendo una constante, por ejemplo en India contemporánea. El padre decide cuándo una niña debe contraer matrimonio por determinadas razones, como asegurarse el futuro económico propio y de la familia cedente.

      A juicio de Bourdieu la violencia simbólica no opera en el orden de las intenciones conscientes, deliberadas, brutales. Se está ejerciendo dicha violencia en los actos discriminatorios consuetudinarios, en las exclusiones implícitas por parte de la autoridad paterna, en las tradiciones perpetuadas, en el lenguaje, en los gestos condescendientes. Por ejemplo, en el hecho de que en muchas zonas de África sean las mujeres las únicas en recorrer kilómetros para transportar agua, o que sean rebajadas en una situación formal empleando algún diminutivo, o que se ceda el paso a una mujer a la hora de cruzar una puerta: son elecciones aparentemente inofensivas del inconsciente que contribuyen a construir la situación disminuida de la mujer. No parecen violentas en el sentido literal del término pero lo son porque segregan y generan hábito. Son actitudes inconscientes, en el sentido de no reflexionadas, pero se pueden detectar y corregir. La dominación masculina no puede separarse de la historia y aunque haya sido constante y contumaz no siempre se ha mostrado con el mismo rostro. El género, según Judith Butler y Eve Kosofsky Segwick, no se puede modificar a voluntad. No es una elección, o un simple papel a desempeñar o un artificio de quita y pon. Es algo que precede al sujeto antes incluso de que éste adquiera la base lingüística.


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