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la gente para oír sus nuevas y ninguno se muestra esquivo a agruparse, así a mi vista se agolparon todas aquellas almas, casi olvidando que tenían que ir a embellecerse.
Io vidi una di lor trarresi avante per abbracciarmi, con sì grande affetto, che mosse me a far lo somigliante.
Vi a una de ellas que se adelantó hacia mí para abrazarme con tan gran afecto, que me movió a hacer lo mismo.
Ohi ombre vane, fuor che ne l’aspetto! tre volte dietro a lei le mani avvinsi, e tante mi tornai con esse al petto.
¡Oh sombras, vanas a excepción del aspecto! Tres veces crucé los brazos por detrás de ella, y otras tantas me los encontré sobre mi propio pecho.
Di maraviglia, credo, mi dipinsi; per che l’ombra sorrise e si ritrasse, e io, seguendo lei, oltre mi pinsi.
Creo que el asombro se debió de pintar en mi rostro, porque la sombra sonrió y retirose, y yo avancé siguiéndola.
Soavemente disse ch’io posasse; allor conobbi chi era, e pregai che, per parlarmi, un poco s’arrestasse.
Suavemente me dijo que me detuviese, y entonces conocí quién era y le rogué que para hablarme se parase un poco.
Rispuosemi: «Così com’ io t’amai nel mortal corpo, così t’amo sciolta: però m’arresto; ma tu perché vai?».
Respondiome: «Así como te amé cuando estaba en mi cuerpo mortal, te amo desprendida de él; por eso me detengo; pero tú, ¿por qué vas por este camino?».
«Casella mio, per tornar altra volta là dov’ io son, fo io questo vïaggio», diss’ io; «ma a te com’ è tanta ora tolta?».
«Casella3 mío, para volver otra vez allá donde estuve, hago este viaje —dije—; pero tú, ¿cómo has tardado tanto?».
Ed elli a me: «Nessun m’è fatto oltraggio, se quei che leva quando e cui li piace, più volte m’ha negato esto passaggio;ché di giusto voler lo suo si face: veramente da tre mesi elli ha tolto chi ha voluto intrar, con tutta pace.
Y me contestó: «Nadie me ha hecho injusticia, pues si aquel que conduce cuando y a quien le place me ha negado este pasaje muchas veces, justa es la voluntad que guía la suya. Cierto que desde hace tres meses ha traído, sin oponerse, a todo el que ha querido entrar, por donde yo, que estaba en la orilla donde el agua del Tíber se vuelve salada,4 fui benignamente recogido por él.
Ond’ io, ch’era ora a la marina vòlto dove l’acqua di Tevero s’insala, benignamente fu’ da lui ricolto.
A quella foce ha elli or dritta l’ala, però che sempre quivi si ricoglie qual verso Acheronte non si cala».
A aquella embocadura dirige su vuelo, pues allí se congregan siempre los que no descienden hacia el Aqueronte».
E io: «Se nuova legge non ti toglie memoria o uso a l’amoroso canto che mi solea quetar tutte mie doglie,di ciò ti piaccia consolare alquanto l’anima mia, che, con la sua persona venendo qui, è affannata tanto!».
Yo le dije: «Si alguna nueva ley no te quita la memoria o el uso de los cantos amorosos que solían aquietar todos mis deseos, te ruego que consueles un poco mi alma, que, viniendo aquí con mi cuerpo, se ha angustiado tanto».
‘Amor che ne la mente mi ragiona’ cominciò elli allor sì dolcemente, che la dolcezza ancor dentro mi suona.
Amor que me habla desde el pensamiento5 comenzó a cantar tan dulcemente, que aquella dulzura resuena todavía dentro de mí.
Lo mio maestro e io e quella gente ch’eran con lui parevan sì contenti, come a nessun toccasse altro la mente.
Mi maestro, y yo, y las gentes que estaban con él parecíamos tan contentos como si nadie pensara en otra cosa.
Noi eravam tutti fissi e attenti a le sue note; ed ecco il veglio onesto gridando: «Che è ciò, spiriti lenti?qual negligenza, quale stare è questo? Correte al monte a spogliarvi lo scoglio ch’esser non lascia a voi Dio manifesto».
Estábamos todos pendientes de sus notas, cuando he aquí que el anciano venerable apareció, diciendo: «¿Qué es esto, espíritus tardos? ¿Qué olvido, qué descuido es este? Corred al monte a despojaros de vuestra impureza, que no permite que Dios se os manifieste».
Come quando, cogliendo biado o loglio, li colombi adunati a la pastura, queti, sanza mostrar l’usato orgoglio,se cosa appare ond’ elli abbian paura, subitamente lasciano star l’esca, perch’ assaliti son da maggior cura;così vid’ io quella masnada fresca lasciar lo canto, e fuggir ver’ la costa, com’ om che va, né sa dove rïesca;né la nostra partita fu men tosta.
Al modo de las palomas cuando están picando arena o cizaña, reunidas en torno del pasto, quietas, sin mostrar su acostumbrado orgullo, si ocurre algo que las asusta, súbitamente dejan la comida porque las asalta un cuidado mayor, así vi yo a aquel grupo, recién formado, dejar el canto y dispersarse por la costa como quien va no sabe adónde. Nuestra partida no fue menos rápida.
1 Según la concepción de Dante, la montaña del purgatorio, en el hemisferio austral, es antípoda de Jerusalén. El mismo meridiano pasa, pues, por los dos puntos.
2 Salmo 113, que canta la liberación de los hebreos del poder faraónico.
3 Músico y cantor florentino del que nada se sabe. Parece que musicó una canción de Dante.
4 El que pudiéramos llamar «embarcadero» para el purgatorio lo sitúa Dante en la desembocadura del Tíber.
5 Primer verso de una canción de Dante, que es la que debió de musicar Casella.
CANTO III
Cuando negué humildemente haberlo visto nunca, él dijo: «Mira, pues», y me mostró una herida en lo alto del pecho.
(III, vv. 109-111)
Seguimos en la playa. Dante se asusta porque cree que Virgilio lo ha abandonado, pero este lo tranquiliza y lo invita a razonar mejor (vv. 1-45). Cuando llegan a las primeras pendientes del antepurgatorio, los dos ven a las almas de los excomulgados y les piden indicaciones sobre el camino que deben seguir (vv. 46-102). Se adelanta con respecto al grupo de Manfredo, quien le cuenta a Dante la historia del final de su vida (vv. 103-145).
Tras la advertencia de Catón, las almas se dispersan corriendo hacia la montaña, mientras que Dante y Virgilio se quedan ahí, en la playa del antepurgatorio, sin saber muy bien por dónde seguir. Pero no es una espera en vano, ya que del juego de gestos, miradas y palabras que se dan entre ambos surgen cuestiones muy interesantes.
Para empezar, Dante se arrima a Virgilio y se pregunta: «¿Cómo habría seguido adelante sin él? ¿Quién me hubiera llevado por la montaña?» (vv. 5-6). Pero esto no basta para tranquilizarlo. Justo después observa su propia sombra en el suelo pero no ve la de su maestro y, de nuevo, se asusta, teme que lo haya abandonado, por lo que Virgilio debe reprenderlo tiernamente (vv. 22-24):
Y mi protector: «¿Por qué desconfías aún? —empezó a decirme vuelto hacia mí— ¿No crees que estoy contigo y te guío?».
La Divina comedia está llena de menciones en las que Dante considera el papel de su guía. Nunca se extiende al hablar de él, pero la paternidad de Virgilio emerge constantemente. Y este es uno de los rasgos que siempre me ha conmovido, porque Virgilio se hará eco más adelante de este diálogo inicial con una de sus expresiones más tiernas: «Y tú afirma tu esperanza, querido hijo mío» (v. 66): mantente firme en la esperanza, hijo mío. Por ello aprovecho la ocasión para referirme aquí a la relación entre los dos y a lo que esta tiene que decir a nuestra vida.
Pues bien, Virgilio le pregunta: ¿por qué no te fías, por qué no te crees que estoy contigo? Es decir, ¿por qué tienes miedo?
¿Cuándo tenemos miedo? ¿Qué nos asusta de verdad? Lo que realmente nos da miedo es la soledad, el aislamiento, la falta de relación con las personas y las cosas y, por ello, la imposibilidad de tener certeza. La cultura moderna es hija de la duda universal que Descartes proyectó sobre la realidad: podría no existir nada, todo podría ser una ilusión, un engaño. Como escribe maravillosamente Montale1: «Tal vez una mañana, caminando en un aire de vidrio, / árido, al volverme veré cumplirse el milagro: / la nada a mis espaldas, el vacío detrás / de mí, con un terror de borracho».2 Pero si ninguna realidad es cierta, si vivimos en una época «líquida» —por recurrir al término que introdujo Zygmunt Bauman3