Pedro Casciaro. Rafael Fiol Mateos

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Pedro Casciaro - Rafael Fiol Mateos


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estudios en la Escuela de Arquitectura.

      Lo encontré más nervioso e inquieto de lo que ya habitualmente era y, como nos teníamos mucha confianza, no dudé en indagar qué le pasaba. Se explayó conmigo y a lo largo de su conversación fui entendiendo que, en el corazón de la labor apostólica que había conocido y [en la que había] participado en la residencia de Ferraz, había un pequeño grupo de hombres, profesionales y estudiantes, que vivían tal entregamiento [a Dios] que incluía, entre otras cosas, la renuncia al matrimonio. Mi amigo estaba en plena crisis: no sabía si “aquello” era lo que el Señor le pedía.

      Lo curioso fue que, mientras trataba de tranquilizarle, yo me iba progresivamente intranquilizando: aquel planteamiento fue totalmente nuevo para mí. Jamás había recibido del Padre la más mínima sugerencia en ese sentido, consejo o indicación, señalándome ese camino. Ciertamente había sembrado en mi alma la búsqueda de la santidad personal, el deseo de conocer la voluntad de Dios a través del trato con Jesucristo y la disposición de no ser cicatero con el Señor; pero nada más.

      El fundador del Opus Dei templaba sus miras y sus afanes, y elevaba su entusiasmo humano al plano sobrenatural. Seguir la vocación y entregarse a Dios implica un acto de fe, lanzarse, confiado en Dios, pero después de madurar la decisión, con plena libertad: «En la libertad y gloria de los hijos de Dios» (Rm 8,21). Pedro nos cuenta lo que pasó después:

      En aquellas semanas procuré portarme bien pero, quizá para huir de tales inquietudes, me divertí más de la cuenta. Por el mismo “escapismo”, tuve la iniciativa de organizar, con cuatro o cinco compañeros de la Escuela, tres días de excursión a Toledo, aprovechando la fiesta de todos los santos (...). Fui a despedirme del Padre, que me aconsejó que procurara aprovechar esos días para hacer el mayor bien que pudiera a aquellos amigos y que procurara no dejar la Santa Misa.

      Mons. Escrivá buscaba situar a cada uno frente a las exigencias completas de su vida, ayudándole a descubrir lo que Dios le pide. Conducía a las almas a descubrir el amor infinito y misericordioso de Dios, y la oportunidad de responder generosamente a ese amor. Casciaro recuerda que san Josemaría explicaba:

      APRENDER A OBEDECER


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