Memorias de una época. Álvaro Acevedo

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Memorias de una época - Álvaro Acevedo


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la normalidad académica, incluso no faltó quien pidió la liberación del estudiante preso como muestra de la buena voluntad de las autoridades194. El Consejo Directivo igualmente invitó a retornar a las clases prometiendo garantías para conversar195. El 14 de junio llegó y, sin embargo, la normalidad académica continuaba interrumpida. Si bien los administrativos y los docentes volvieron a sus puestos de trabajo, el estudiantado continuaba en cese196. Esta circunstancia fue una especie de luz verde para que se desatara una espiral de protestas y reacciones violentas de parte del estudiantado. Los profesores nuevamente hicieron un llamado al diálogo pero los enfrentamientos entre estudiantes y directivas se agravaron. La ocasión le permitió al estudiantado presentar su lucha como una batalla más del pueblo en medio de la guerra que, según decía, se libraba en toda América Latina.

      Miguel Diaz. Rectores durante el consejo de rectores de la Asociación Colombiana de Universidades. Archivo El Tiempo. 27 de abril de 1971. Bogotá

      A las autoridades universitarias no les quedó otra alternativa que emplear a fondo las medidas disciplinarias, así que se cancelaron matrículas y se suspendieron estudiantes. Esta decisión ocasionó nuevos disturbios. El 22 de junio los universitarios se tomaron el edificio de Administración. La acción dejó seis estudiantes detenidos197. Recuperado el control, la posición de las directivas fue clara: la universidad permanecería abierta pero con la presencia militar para evitar desórdenes y se abrirían procesos disciplinarios a quienes encabezaran las protestas. La última toma al edificio de Administración ocasionó nuevos sancionados y la radicalización de los castigos a quienes ya se les había impuesto pena. A estas medidas se sumaron unas detenciones “precautelativas” por parte de la fuerza pública a algunos estudiantes, los cuales fueron liberados horas después. Como respuesta, el presidente de Audesa expresó su tristeza por la reacción represiva de las autoridades y lamentó la “traición” del rector Guerra, quien terminó optando por la vía antipopular y no por el diálogo. Sumergido en la disputa política, reafirmó el compromiso y fortaleza del movimiento por la madurez y decisión de las bases, aunque advirtió que si no se ponía fin a la represión, la tranquilidad a la UIS tardaría en retornar198.

      Ascanio. Manifestación universitaria. Archivo Vanguardia Liberal. 23 de febrero de 1971. Bucaramanga

      El primer semestre del año 71 finalizaba con una nueva confrontación de fuerzas. Las directivas universitarias asumieron una postura sancionatoria con los estudiantes199. Este sucinto registro sobre los sucesos de 1971 en Bucaramanga permite inferir la magnitud del conflicto universitario nacional. Junto al trágico acontecimiento en la Universidad del Valle y los congresos nacionales universitarios en donde se elaboró, discutió y defendió el Programa Mínimo, los eventos de la UIS ocuparon un lugar de relevancia por las acciones de fuerza y sus consecuencias. La tensión de aquellos momentos evidenció configuraciones de poder particulares en las que los estudiantes se mostraron dispuestos al diálogo y a la radicalización. Por su parte, las directivas universitarias oscilaron entre el diálogo y la confrontación. Los profesores alcanzaron importantes cuotas de poder en el Consejo Superior y la mayoría dio apoyo a la gestión del rector Guerra Hernández, a excepción de algunos que se consideraban objeto de persecución. El llamado al diálogo caracterizó la posición de los docentes. La radicalización de varios sectores del estudiantado estuvo vinculada a posiciones políticas de izquierda. Hubo situaciones inesperadas y sorpresivas que caldearon los ánimos de los estudiantes y polarizaron la situación200. La revisión de los hechos de inicios de los años setenta por parte de los estudiantes en la UIS se expresó en dos documentos sustancialmente diferentes. De una parte, la Mesa Directiva del Consejo Superior de Audesa acometió una reflexión ideológica y política de los sucesos aquí narrados, a partir de la idea de haber vivido una época gloriosa de politización de las bases estudiantiles. En 1975, en cambio, la mesa directiva de Audesa se mostraba muy crítica de la propuesta de cogobierno y de los grupos políticos que defendieron el Programa Mínimo. Esto porque se hallaba más cerca a los postulados marxistas-leninistas en los que lo propiamente gremial solo tenía sentido en función de la preparación de las masas para la revolución. Desde otra posición ideológica, el líder estudiantil César Loaiza valoró positivamente las luchas por el cogobierno, atribuyendo la “traición de guerra” a una maniobra del sector más radical del maoísmo denominado Frente de Estudiantes Revolucionarios (FER)201.

      Terminados los fuertes conflictos de 1971, entre 1972 y 1975 las luchas estudiantiles empezaron a disminuir. También se hicieron mucho más episódicas y le cedieron la vanguardia a otros sectores sociales202. En 1972 el papel protagónico lo tomó el Magisterio al iniciar su lucha por el Estatuto Docente. En 1974, aún en el marco del último gobierno del Frente Nacional, la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia atrajo la atención del movimiento estudiantil nacional con su lucha por un verdadero estatuto docente. “Hubo paros permanentes, manifestaciones por la ciudad, foros, debates amplios, y se realizó un Encuentro Nacional Universitario”203. La llegada de López Michelsen al poder creó ciertas ilusiones. No obstante, los aspectos esenciales del inconformismo estudiantil se mantuvieron vigentes.

      Los años que siguieron al Frente Nacional –en los que solo formalmente se desmontó el pacto bipartidista, según lo expresa Mauricio Archila– el movimiento estudiantil “buscó encontrarse con el país del que se había distanciado por la radicalización de los años previos”204. Otros aspectos contextuales se presentaban y sin duda influían en su dinámica interna. El primero de esos aspectos se relacionaría con la “crisis del capitalismo” iniciada tras el inusitado aumento del precio del crudo. La crisis, como se sabe, fomentaría una fuerte crítica al modelo de Estado adoptado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, conocido como el estado de bienestar. El primer país en el que se aplicaron estrategias tendientes a modificar el estado de bienestar fue Chile. Allí los estudiantes fueron los primeros también en experimentar los efectos de aquellos cambios antes de desaparecer como un hecho político de protesta bajo la fuerte represión. Sus últimas luchas fueron seguidas con interés desde Colombia.

      El primer gobierno posterior al Frente Nacional lo ejerció Alfonso López Michelsen (1974-1978). Tal como lo hiciera su padre en los años treinta, López Michelsen también se propuso ejecutar una revolución social en Colombia a través de su programa Para cerrar la brecha, cuyo objetivo era “obtener un incremento económico que permitiera la creación masiva de empleo productivo” para beneficiar al “50% más pobre de la sociedad colombiana”205. En el marco de este programa, su estrategia para fortalecer la educación superior consistía en independizar los presupuestos de las universidades oficiales del presupuesto nacional, dándoles la oportunidad de crear rentas propias mediante la explotación de tierras baldías y mediante la actualización progresiva del valor de las matrículas de acuerdo con los costos reales por especialidades206. No obstante, y dadas las crisis que experimentó la economía mundial, muchos de los cambios presupuestados jamás se hicieron realidad. De hecho, López Michelsen comenzó su mandato reconociendo el estado de “emergencia económica”.

      El descontento de los sectores sociales no disminuyó durante su gobierno y tanto el estudiantado como obreros, maestros y trabajadores públicos tuvieron que volver a las calles a protestar. A finales de 1974 una gran manifestación estudiantil, encabezada por los estudiantes de Medicina de la Universidad Nacional, puso en aprietos al rector Luis Carlos Pérez, un líder de izquierda que contaba con el beneplácito y la confianza del presidente, y de quien se esperaba una mayor compenetración con el estudiantado. Sin embargo, las cosas no salieron así y en vista de que la inconformidad del estudiantado iba en aumento, al gobierno nacional no le quedó otra opción que destituir al rector. Los estudiantes verían el hecho como una victoria y muy pronto radicalizaron sus acciones. López Michelsen, el progresista, decidió volver a las medidas de fuerza para controlar la movilización estudiantil y social.

      Aunque se creía que el gobierno del fundador del Movimiento Revolucionario Liberal sería un gobierno progresista, los acontecimientos demostraron


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