Actividades físicas y deportes adaptados para personas con discapacidad. David Sanz Rivas

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Actividades físicas y deportes adaptados para personas con discapacidad - David Sanz Rivas


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      En nuestro caso, y teniendo en cuenta el eje vertebrador en torno al cual vamos a desarrollar esta obra, consideraremos las AFA como un cuerpo de conocimientos interdisciplinario dentro de las CAFD para la investigación y programación de nuestras intervenciones en cualquiera de los colectivos o grupos que estableceremos como objeto de nuestra intervención, y, en definitiva, donde los esfuerzos irán encaminados al diseño de estrategias de éxito que permitan el acceso a toda persona “especial” a la práctica de actividad física, educativa o deportiva en entornos lo más normalizados posible (figura 1.4).

      Creemos oportuno apuntar aquí los términos que pueden hacer referencia a alguna de las dimensiones que nos permitirían catalogar a una persona o población como especial desde el punto de vista de la actividad física, tal y como nos ocupa en la presente obra. A principio de la década de 1980, la Organización Mundial de la Salud acuñó tres términos que todavía en nuestros días se suelen utilizar, de una forma más o menos acertada (OMS, 1980):

      Figura 1.4. Definición que aportamos al término “Actividad Física Adaptada”.

      • Deficiencia (impairment). Dentro de la experiencia de la salud, la deficiencia es toda pérdida o anormalidad de una estructura o función psicológica, fisiológica o anatómica. La deficiencia representa la exteriorización de un estado patológico y, en principio, refleja alteraciones de un órgano.

      • Discapacidad (disability). Dentro de la experiencia de la salud, una discapacidad es toda restricción o ausencia (debido a una deficiencia) de la capacidad para realizar una actividad en la forma o dentro del margen que se considera normal para un ser humano. La discapacidad representa la objetivación de una deficiencia, reflejando alteraciones en el ámbito de la persona.

      • Minusvalía (handicap). Dentro de la experiencia de la salud, una minusvalía es una situación desventajosa para un individuo determinado, consecuencia de una deficiencia o una discapacidad, que limita o impide el desempeño de un rol que es normal en su caso. La minusvalía representa la socialización de una deficiencia o una discapacidad, reflejando las consecuencias culturales, sociales, económicas y ambientales que para el individuo se derivan de la presencia de esa deficiencia o esa discapacidad.

      Vemos que cualquiera de los términos expuestos (figura 1.5) parte de una enfermedad o trastorno de la persona, que hace referencia a una situación intrínseca en el estado de salud de esa persona con respecto a la norma. Sin embargo, consideramos que la relación entre tales términos no siempre es una relación lineal, ya que puede existir una deficiencia sin que se produzca una minusvalía, o una minusvalía puede ser consecuencia de una deficiencia sin que medie un estado de discapacidad. Por ejemplo, una persona que tenga una amputación simple al nivel de una falange de uno de los dedos de sus manos presenta evidentemente una deficiencia, sin que ello le suponga una discapacidad (no la limita para hacer las actividades consideradas normales en su caso) ni una minusvalía (no va a encontrar el rechazo del entorno que la rodea ni va a estar limitada su participación en él).

      Si analizamos las diferencias entre estos términos bajo el parámetro de la socioafectividad, nos encontramos que, en el caso de los dos primeros, no podemos intervenir, es decir, en la deficiencia y la discapacidad. De hecho, sólo podríamos hacerlo mediante estrategias de intervención basadas en la prevención y/o rehabilitación, puesto que es algo propio del sujeto que puede condicionar su desarrollo socioafectivo. Sin embargo, el término minusvalía refleja claramente una situación desventajosa que la propia sociedad hace evidente y relevante, por lo que constituye un elemento de incursión directa en el desarrollo de relaciones del sujeto con el resto de la población. Aquí sí podemos intervenir y procurar que la desventaja se iguale, de forma que desaparezca lo que podríamos considerar como “minusvalía social”. Un caso práctico lo puede constituir un lesionado medular que utilice la silla de ruedas, a quien consideraríamos minusválido si para acceder a su puesto de trabajo dependiera de los demás para subir las escaleras, pero, si por el contrario contamos con una rampa de acceso al edificio, el sujeto será autónomo y no dependerá de los demás, pese a tener una discapacidad.

      Figura 1.5. Diferenciación terminológica y su descriptor más característico aplicado a la deficiencia musculoesquelética (Reina, Sanz y Mendoza, 2003; pág. 20).

      Extrapolando esta diferenciación terminológica a la propuesta por la OMS con la International Classification of Impairments, Disabilities and Han dicaps de 1999 (ICIDH), encontramos un claro paralelismo con la terminología expuesta anteriormente, de manera que (Reina, Sanz y Mendoza, 2003; pág. 21):

      • Impairment = deficiencia. Hace referencia a la función y estructura del sujeto, siendo toda pérdida o anormalidad de la estructura del cuerpo, o de las funciones psicológicas o fisiológicas.

      • Activities = actividades. Hace referencia a la limitación en la actividad por parte del sujeto, pudiendo estar limitadas en su naturaleza, duración o calidad, al igual que en la naturaleza y funcionamiento a nivel de la persona.

      • Participation = participación. Hace referencia a la restricción en la participación, de manera que la naturaleza y la extensión de la persona están relacionadas con las situaciones de su vida en relación con las deficiencias, condiciones de salud y factores contextuales. La participación puede estar restringida en su naturaleza, duración y calidad.

      En 2001, la OMS desarrolla la International Classification of Functioning, Disability and Health (Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud), a la que nos referiremos como ICF (OMS, 2001), y que citamos brevemente en el epígrafe anterior. El objetivo principal de esta nueva clasificación es brindar un lenguaje unificado y estandarizado, y un marco conceptual para la descripción de la salud, el bienestar y los estados relacionados. Debemos tener presente que la ICF no versa únicamente sobre personas con discapacidades, siendo válida para todas las personas, considerándose de aplicación universal (Bickenbach, Chatterji, Badley y Ünstün, 1999). Ha pasado, pues, de ser una clasificación de “consecuencias de enfermedades” (versión de 1980) a ser una clasificación de “componentes de salud” (versión de 2001).

      Esta clasificación está en clara consonancia con un concepto actual de salud, cercano a las ideas de bien integral y equilibrio personal, social y ambiental. Por lo tanto, pensamos que la concepción actual de salud guarda una estrecha relación con la adopción de un estilo de vida saludable, en el que la realización de la actividad física esté adaptada a las posibilidades de práctica de la persona, respondiendo, a su vez, a sus necesidades e intereses. Ello contribuirá, unido a otros factores, como una correcta alimentación o el descanso adecuado, a incrementar la calidad de vida de la persona (Sánchez Bañuelos, 1996). A su vez, Devís (1998; pág. 369) indica que hemos pasado “de una actividad física relacionada con la salud… de higiene, a la noción de bienestar”. Coincidimos, pues, con Devís en que “la salud es el logro del elevado nivel de bienestar físico, mental, social y de capacidad de funcionamiento, así como del reducido nivel de enfermedad que permitan los cambiantes y modificables factores políticos, sociales, económicos y medioambientales en los que vive inmersa la persona y la colectividad” (Devís, 2000; pág.16).

      Siguiendo a Generelo (2001; pág. 117), hemos pasado de una concepción tradicional de la salud, que compete exclusivamente al sector sanitario, a una perspectiva de miras mucho más general, y que abre las competencias a equipos multiprofesionales, en los que deben tener cabida los profesionales de las CAFD (figura 1.6). Así, la salud será uno de los componentes esenciales de lo que denominamos comúnmente “calidad de vida”, que incorpora un conjunto de aspectos psicoafectivos (bienestar o salud mental), físicos (autonomía), sociales y cognitivos (autopercepción de la salud y de la enfermedad).

CONCEPTO RENOVADOCONCEPTO
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